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EXPERIENCIA EN BULGARIA

2Os presentamos la experiencia de un grupo de Jóvenes que han participado en un SVE del programa ERASMUS+ en BULGARIA.

Sofía, capital de Bulgaria, 2 de Julio. Allí empezó esta aventura de dos meses, donde conocí a todos mis compañeros. Dos chicas de Armenia, Armine y Sona: una de ellas hablaba un poco de español y su presentación siempre la recordaré: “I´m Armine and I´m from Armenia” y que yo, con mi inglés del cole, entendí mal: ¡Hola, soy Armine y no soy de Armenia! Nos hicimos muy amigas, yo le enseñaba más español y ella me corregía mi mala pronunciación de inglés; dos de Estonia, Karim y Keit; Martina y Eleonora las italianas; Ana de Rumanía y Ogulcan y Yasin de Turquía. A mi compi de España, Fede de Madrid, ya lo conocí en Málaga el día de la formación en Intercambia.

Diliana fue nuestra coordinadora con la asociación y de Tsvetelina, una voluntaria a la que integramos en el grupo como una más, siempre recordaré su risa. Estuvimos tres días sin parar: charlas, actividades en grupo, visitas a museos y monumentos, paseos por la ciudad, no me daba tiempo ni a pensar.

Por fin, ya nos pusimos de camino a Velingrad, donde pasaríamos todo el verano. El viaje fue precioso: campos de girasoles y las montañas Ródope, que me recordaban a Despeñaperros, pero con muchos más árboles. A nuestra llegada al hostal familiar donde nos alojaríamos, nos recibieron con dulces típicos y una bebida muy dulce hecha con anís.

Y llegó el momento de empezar nuestro trabajo: voluntarios en una excavación arqueológica, mi sueño. Yo soy delineante de arqueología y ya había trabajado unos años, pero siempre dibujando y aquí iba a excavar casi como una arqueóloga. Las primeras tres semanas estuvimos en el Santuario del Pico Ostrets (1369 metros sobre el nivel del mar), donde se encontraron numerosos restos de cerámica que datan de finales de la Edad de Hierro (siglos VI – I a.C.). Subíamos en una camioneta del año catapún pero muy bonita a la vez que inquietante y el conductor, un búlgaro mayor que ni Carlos Sáenz ni Fernando Alonso le harían sombra. Tardábamos una hora en llegar: baches, más piedras que en un camino de cabras, pero nos lo pasábamos súper bien, como si nos montáramos en la montaña rusa del Tívoli. Conocimos a los arqueólogos que nos enseñarían nuestra labor en el proyecto, Dimitar y la Dra. Gergova, la descubridora del Tesoro Tracio de Sveshtari.

Desenterramos y limpiamos miles de trozos de cerámica, unos sencillos, otros preciosos con dibujos geométricos y otros más variopintos, falos, con los que las risas y bromas estaban a la orden del día. Varias monedas, una cuenta de cristal -seguramente de un collar-, algún resto de cobre y dos lascas de piedra (industria lítica). La otra excavación, St. Prophet Ilia, también fue un santuario tracio del siglo VI a.C. Estaba a quince minutos del hostal andando, lo que agradecimos mucho.

3Celebramos noches culturales de cada país y, como no, hice paella Era el plato más conocido y los ingredientes fáciles de encontrar. Aunque ya la había cocinado muchas veces, no me imaginaba lo que era hacer paella para unas quince personas, “terral” es lo que sentí ese día mientras mis compis preguntaban con intensidad: “¿ya? ¿ya está?”. Hablando del tiempo, Bulgaria de día era casi igual que aquí, pero por la noche hacía un fresquito que cuando hacía “Skype” con mi familia y les contaba que dormía con las ventanas cerradas y una sábana, se morían de envidia. Sí, me libré del peor verano en años de España.

4Una de las excursiones más increíbles que hicimos fue la visita a la Cueva de Lepenitsa. Tiene 1525 metros de largo, tres plantas y a través de ella pasa un río subterráneo. Pasamos por estrechos pasillos, agachados y agarrados a las cuerdas para subir a las numerosas y oscuras galerías, nos llenamos de barro y me golpeé varias veces la cabeza con las estalactitas, y entonces entendimos porque había que ponerse botas de agua y casco con linterna.

Se acercaba el momento del final del proyecto. Los últimos días llovió mucho, así que nos dedicamos a dibujar la cerámica encontrada y a organizar la exposición sobre la excavación de Ostrets. El día de la presentación de la exposición en el Museo de Historia de Velingrad, hicimos una pequeña fiesta con todos los arqueólogos de allí y personas de la asociación. Al siguiente día, ¡vacaciones en el Mar Negro! Fuimos a Sozopol que es una de las más antiguas ciudades de la costa tracia, rodeada por una muralla medieval y una playa preciosa. El agua estaba templada aunque sosa, ya que la salinidad es mucho más baja que la de nuestro Mediterráneo.

1Y vuelta a Sofía, los tres últimos días los dedicamos a recordar todas nuestras aventurillas y a comentar lo que nos costó adaptarnos a la comida búlgara (en pleno verano toman sopas calientes), a visitar de nuevo el Museo Arqueológico Nacional que es impresionante y, claro, a comprar souvenirs con las pocas Levas (moneda búlgara) que ya nos quedaban.

Ha sido una de las experiencias más increíbles y bonitas que he vivido y que recordaré siempre. Espero que me sirva también en mi trayectoria profesional.

Gracias a Intercambia, en especial a Pedro.

Y tu… ¿Cuándo?

Si quieres saber más de esta y otras acciones del programa Eramus Plus puedes visitarnos en el Área o escribirnos a info@intercambia.org.

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