Os presentamos la experiencia de un grupo de jóvenes que han participado en un CURSO DE FORMACIÓN del programa ERASMUS+ en MACEDONIA DEL NORTE.
En un principio, cuando echamos la inscripción, ninguna de nosotras pensaba que la iban a coger, apenas conocíamos donde estaba Macedonia del norte y mucho menos sabíamos algo de Krusevo. Fue una gran sorpresa cuando vimos que solo nosotras 3 nos habíamos presentado a la entrevista y que por ende estábamos ya dentro del proyecto si nosotras queríamos, era mucho que procesar en el momento y creo que ha día de hoy seguimos sin procesar muy bien el hecho de haber formado parte de dicha experiencia.
No era lo que esperábamos, nada lo era, no teníamos expectativas, no teníamos idea de lo que íbamos a encontrarnos allí, solo teníamos millones de dudas. ¿Y si no nos gusta la gente del proyecto?, ¿y si no nos gusta el proyecto en sí?, ¿y si al
final no aguantamos estar allí todos esos días? y muchos más “y si” de los que se podrían imaginar. Pero lo cierto es que, al final, se te hace corto, nunca te cae mal la gente del proyecto (puede que alguien sí pero nunca todos), y el tema del proyecto
solo te hace más consciente de la sociedad en la que vives y de los problemas que hay en ella y cómo solucionarlos, por lo que sí te va a gustar el proyecto.
Este tipo de experiencias hay que cogerlas sin pensarlo dos veces, no se puede tener ni la mínima idea de la cantidad de cosas que aprendes, no solo del tema del proyecto en sí, sino también de las diferentes culturas, la forma en la que personas de otros países actúan y ven las cosas. Se abre tu mente de maneras inimaginables
y te hace atreverte más a nuevas experiencias que nunca hubieses pensado echar o hacer.
Viajar a otro país, abrir tu mente, conocer mundo, ser conscientes de lo que nos rodea, tanto lo bueno como lo malo, aprender a cómo mejorar lo malo y a como
mantener lo bueno, romper barreras culturales, abrir más las puertas a la igualdad, aceptar nuestras diferencias, explorar tus propios límites, salir de tu zona de confort, admirar el arte en las costumbres de otro país y la esencia de su gente, eliminar prejuicios, combatir la ignorancia, hacer crecer tu empatía, conocer nuevos idiomas o mejorar los que ya conoces, crecer como persona, todo eso no tiene precio.
Una experiencia así es casi imposible de expresar en palabras, sobre todo cuando es la primera vez que la vives, es algo que se debe vivir, se debe sentir, no leer.
Desde nuestra más sincera opinión, ésta experiencia no solo nos ha hecho abrir la mente y conocer cosas nuevas, también nos ha enseñado a valorar cosas de nuestro propio país. Cosas a las que estamos tan acostumbrados que dejamos de
valorarlas, hasta que nos encontramos sin ellas.
Cuando sales de tu país, no como turista para visitar, sino para llegar allí y actuar como un ciudadano más, y vivir como ellos viven y convivir con ellos, ahí es cuando ves las cosas distintas, ahí es cuando te da el choque cultural y ahí es cuando tal vez eches de menos cosas de tu país. Pero, sin duda, todo esto merece la pena al 100%.
Y tú… ¿Cuándo?
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