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EXPERIENCIA DE VOLUNTARIADO EN ESTONIA

Os presentamos la experiencia de un grupo de jóvenes que han participado en un CES del programa ERASMUS+ en Estonia.

Hace más de seis meses vine al condado de Ida-Virumaa, al noreste de Estonia, a hacer un voluntariado en un colegio para niños con necesidades especiales. El primer mes lo pasé en la ciudad de Narva. Allí había otros diez voluntarios, de diferentes edades y países. Enseguida hicimos buenas migas. La mayoría llegó más tarde que yo, y los acogimos con mucho cariño. Narva es la tercera ciudad más grande de Estonia, aunque, la verdad, no lo parece. Sin embargo, la experiencia allí fue fantástica.
En el mes de octubre me mudé a Kohtla-Järve. En este pueblo somos tres voluntarias y compartimos casa.

Aunque nos llevamos muy bien y compartimos tiempo y vivencias, cuando mejor me lo he pasado ha sido las veces que estábamos con el resto de los voluntarios en Narva, adonde íbamos algunos fines de semana. Volviendo a mi relato, ese mes de octubre comenzó mi trabajo en Ahtme Kool.

Al principio fue algo duro porque no sabía muy bien qué hacer e incluso me sentía un poco inútil. De hecho, alguna que otra maestra decidió prescindir de mi ayuda, pues sus alumnos eran
lo suficientemente autónomos como para no necesitarme. Mi trabajo consistió en estar presente en las clases y sentarme junto a algún alumno para animarle a hacer sus ejercicios. Con muchas de las maestras me llevé muy bien. Además, algunas mostraban un especial agradecimiento (aunque todas, absolutamente todas, me despedían dándome las gracias tras cada clase), lo que me hacía sentir como que realmente estaba ayudando a hacer un cambio. Una de ellas incluso se ofreció a darme clases de ruso una vez a la semana, oferta que por supuesto acepté, pues tenía una hora libre.

Cabe destacar que todas fueron muy pacientes con mis habilidades en ruso, que, sinceramente, han mejorado bastante a lo largo de estos seis meses.
Por último, me gustaría hablar de los niños y las niñas del colegio. A muchos les he cogido un cariño especial, que siento como recíproco. Llegar a la clase y escuchar “¡Sieliiiii!” me llenaba de alegría. Un simple “hola, ¿qué tal?” y los intentos de entendernos y hablar sobre cualquier cosa hacían que me sintiera más integrada. Por otro lado, las clases de última hora, que no eran realmente clases, sino horas de juego, han sido muy pero que muy divertidas. Como no había mucho que hacer, muchas veces estábamos tres niñas y yo coloreando juntas mientras el resto miraba dibujos animados. Nunca estaba sola, a excepción del descanso esporádico que necesitaba la cuidadora que estuviera al cargo. Por supuesto, las primeras veces me ponía un poco nerviosa por estar al cuidado de tantos peques, pero con el tiempo me llegué a sentir cómoda en esa situación.

¡Ah! Podré llevar a cabo mi mini-proyecto sobre sostenibilidad mi último sábado. En él haremos compresas reutilizables para concienciarnos sobre la huella que dejamos en el planeta.
Me despido un poco triste, pero con mucha alegría en el corazón. Siento que realmente he aprendido mucho de estos meses y de estas personas. Y también siento que he podido poner mi granito de arena en una causa mayor. Cierto es que mi
impacto ha sido en una comunidad pequeña de una zona pequeña en un país pequeño, pero considero que ha sido una experiencia significativa y muy, muy satisfactoria. Sin duda, repetiría.

Y tú… ¿Cuándo? 


Si quieres recibir más información podemos fijar una cita a través del correo info@intercambia.org

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