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EXPERIENCIA EN POLONIA

Os presentamos la experiencia de los jóvenes que han participado en un INTERCAMBIO del programa Erasmus+ en POLONIA.

Todo comenzó con un viaje a Cracovia, no sin antes pernoctar una larga noche en el aeropuerto de Sevilla para coger el vuelo, donde nos conocimos en líneas generales y se hablaba de cómo iba a ser esta experiencia.

Con la llegada a Cracovia, pasamos dos días visitando el centro histórico, hicimos un free tour por el barrio judío, una visita guiada  al campo de concentración de Auschwitz y Birkenau y, por supuesto, comer pierogi y zapiekankas y beber soplica de todos los sabores. La única dificultad para nosotros en aquel momento fue el frío, unos 4 grados bajo cero que difícilmente soportamos pero, aun así, no quisimos perder la oportunidad de salir y aprovechar al máximo nuestra estancia. Paseábamos por las calles sin sentir los pies ni las manos, sin poder sacar el móvil para echar fotos y poco a poco se nos iban quitando las ilusiones ya que sabíamos que en Zakopane las temperaturas llegarían a unos -20 grados. La corta estancia sirvió para conocernos un poco mejor, ver como el grupo encajaba, como todo eran risas y prever el buen ambiente del grupo que luego continuó durante todo el proyecto.

Tras unos gélidos días y unas horas de autobús llegamos a nuestro destino, Zakopane, en concreto hotel “Villa Jozéf». Llegamos a nuestro hostal el último grupo del proyecto como buenos españoles, mirándonos todos los participantes del resto de países con mucha curiosidad y alegría. Esa misma noche nos juntamos todos los participantes en la cabaña de al lado del hotel, donde se desarrollaría proyecto, para conocernos y presentarnos, alargándose hasta largas horas de la noche, como cada uno de los días del proyecto.

El proyecto, en principio parecía que iba a ser sencillo: discutir sobre los distintos estereotipos. Pero además de hacernos cuestionarnos qué entendíamos por la palabra estereotipo o cultura, este proyecto nos ha enseñado a respetar la opinión de los demás. Durante el proyecto se planteaban debates en los que podíamos expresar libremente nuestra opinión y discutir sobre el tema en cuestión, uno de los más problemáticos fue sobre los refugiados. Analizamos los pros y los contras de los estereotipos, es decir, ¿son estos necesarios para conservar la singularidad de un país? o por el contrario, ¿nos alejan de una Europa más unida? El proyecto también nos ayudó a abrirnos la mente en lo que se refiere al multiculturalismo, todas las actividades se realizaban con personas de diferentes nacionalidades, así como, cada noche un país era el encargado de mostrarnos sus paisajes, comidas, trabalenguas, música, bebidas y bailes.

Durante aquella semana, la ola de frío que encerró en casa a media Europa no nos amedrentó y, lejos de buscar refugio en el ‘cottage’, salimos a describir la nieve y las montañas que nos rodeaban, tirándonos colina abajo con unos improvisados trineos cada vez que se nos presentó la oportunidad o tirándonos bolas de nieve durante las dos horas de camino andando hasta el centro de la ciudad para visitar un laberinto de nieve, el más grande de Europa, que aquel día sufrimos como una cámara frigorífica. Conforme pasaron los días, comenzamos a apreciar los matices del clima de Zakopane y a guiarnos por otros sistemas de medida: Si salías a la calle y a los cinco segundos sentías cristalizar los pelos de la nariz, estábamos a menos de -15°C. Sin embargo, la mayor hazaña que llevamos a cabo durante el intercambio en Zakopane fue la excursión a Morskie Oko, una reserva natural con un extenso lago, visitado durante todo el año, incluso cuando en invierno se congela. Solo un pequeño grupo se atrevió a levantarse a las 8 de la mañana para caminar por una naturaleza escondida por la nieve durante seis horas a -20°C (aunque con una sensación térmica de menos de -30°C en todas las alertas meteorológicas, a las que, tras esa jornada, damos credibilidad). Por supuesto, los españoles fueron mayoría en el grupo. Los teléfonos móviles fueron muriendo conforme avanzaba nuestra marcha que, para nuestra sorpresa, dejó más impresionantes fotos que miembros congelados. Sin embargo, sabíamos que, tras la intensa vuelta y los cánticos de «¡Camarero!» en aquel autobús sin calefacción, nos esperaba alguna sopa polaca y más Soplica para alargar la noche cultural.

 

 

 

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