Esta aventura comenzó un 11 de julio de 2016 en el aeropuerto de Madrid a las 00.30 de la noche junto a una botella de Jagger y una baraja de cartas. En ese momento supimos que íbamos a formar una gran familia. El viaje ocurrió sin incidentes hasta que llegamos a nuestra habitación de Bucarest que resultó ser un Escape Room. Al día siguiente (y después de dormir apenas 3 horas), nos dirigimos al aeropuerto donde los coordinadores del proyecto nos recogían para ir al pueblo, Călimănești. En el camino se forjó nuestra alianza como Zurrapa Team. Los días pasaron entre actividades, energizers, fiestas… Y nuestra relación con los demás empezó a estrecharme aún más, surgiendo amores inesperados y amistades inolvidables (tanto que ya, dentro de dos semanas, vienen dos participantes a Málaga). Nos tomamos la participación y la inclusión al pie de la letra.
Todas las noches los españoles prendían el ambiente al ritmo de DJ Pablo y su nene malo, hasta tal punto que la reprodujeron en la televisión rumana.
De este viaje nos llevamos frases míticas como “nos la hemos sacao”, “estáis to prendios” “nene malo” “illoooooo” “cuchame” “que dice el tio perro”; risas y llantos, tanto de alegrías como de tristezas; resfriados colectivos, placas de pus, fiebre (todo solucionado por la enfermera del proyecto). En definitiva, cuidando uno de los otros como una verdadera familia.
Independientemente de lo que hemos aprendido y mejorado con el idioma, nos hemos enriquecido personalmente con otras cosas mucho más importantes: liberarnos de los prejuicios, tanto con las personas como con el país en sí; valorar más las cosas que tenemos; a convivir con multitud de culturas; ideas, opiniones… En definitiva, nos fuimos a Madrid sin remordimiento con la maleta vacía y volvimos a Málaga con la mochila cargada de momentos y personas que nunca olvidaremos. Nos fuimos sin nada y volvimos con todo.
Ya no nos queda más que decir que: “so we are going to do an energizer. Please, let’s make a big circle”.