Breaking News

EXPERIENCIA DE VOLUNTARIADO EN HUNGRIA

Es hora de irse a casa. Cuando quieres darte cuenta, entre risas, trenes, bares y noches de insomnio, ha pasado el año.

Cuando empecé esta aventura supe que tenía fecha de caducidad pues nada dura para siempre. Sin embargo, no podía imaginarme lo difícil que era decir adiós a este momento de mi vida. Y es que los últimos días son los peores: las últimas copas, las últimas fiestas, los últimos paseos por el centro de la ciudad, las últimas comidas, cenas… Quieres disfrutar cada segundo con cada uno de tus amigos-as porque sabes que puede pasar mucho tiempo antes de volverse a ver. Y tú solo piensas «que se pare el mundo que yo me bajo aquí».

Ves cómo la ciudad que fue tu hogar durante tanto tiempo se va alejando de ti y con ella todos esos buenos momentos vividos. Y cuando acabas tu proyecto y vuelves a casa, a tu rutina, a la que fue siempre tu modo de vida, te das cuenta de que lo que quieres a esa gente es lo más bonito que te has llevado de un año increíble.  No importa cuántos monumentos y ciudades visites, lo bonito es la familia que has creado haciéndolo.

Y es que mi voluntariado ha sido único e inolvidable. Desde el momento en el que llegué a Hungría me enfrenté al reto de adaptarme a un nuevo país con una lengua completamente difícil de aprender y nuevas rutinas. Y cambiar de país en tiempos de COVID no fue fácil. Tampoco el tener un toque de queda a las 20h durante seis meses, pero te ayuda a conocerte a ti mismo, a estar en soledad y a buscar nuevos pasatiempos que ni te planteabas tener.

Vivir aquí, conocer gente de los cinco continentes me ha ayudado a abrir mi mente, aceptar la diversidad, y a borrar las opiniones superficiales y los estereotipos. He aprendido de gente muy distinta a mí, conocido muchas culturas distintas, gastronomías e incluso vocabulario del ruso, tunecino pasando por el checo o el serbio. Aunque lo mejor sin duda ha sido poder mejorar mi inglés, aunque no lo voy a negar, un año sin convivir con españoles se hace un poco duro en determinados momentos.

Así mismo, he aprendido a aceptar que no todo siempre sale como lo planeas, he desarrollado la habilidad de adaptarme a nuevas situaciones y a sacar el máximo provecho de cada momento. Y es que a veces, cuando dices “¿por qué no?” es cuando mejores cosas suceden. Siempre va acompañado de una buena historia que contar.

Y como olvidar el hecho de ser voluntaria. Creo que ayudar a gente muy distinta a ti te hace ver la vida desde una perspectiva muy diferente a la tuya. No todo el mundo tiene la suerte que tú tienes y a veces, aunque no se comparta el mismo idioma, tienes una sonrisa que dar para recibir otra. Me han enseñado a saber pedir ayuda y a saber que a las personas les encanta ser ayudadas. Y es que a cada persona con la que trabajas hace que aprecies y ames la vida como no lo hacías antes.

Sin duda, he vivido el mejor año de mi vida, el cual volvería a vivir y que estoy segura que recordaré por siempre con muchísimo cariño. Nunca podré estar más agradecida por esta oportunidad.

 

 

COMPARTIR

Deja una respuesta